La novela está llena de atractivos y resulta poderosa en su mensaje, bien trabada en la estructura y fiel recreación de todo un mundo y un tiempo que Reigosa narra con oficio y solvencia, haciéndonos creíble esa proeza de un “vengador solitario”. Quiero destacar la construcción del personaje central, en el que se transparenta todo un proceso evolutivo de indudable hondura psicovital que lo enfrenta a grandes interrogantes.
Armando Requeixo
El Ideal Gallego
Arcadio Macías, perdedor de una guerra y de una posguerra, prepara su fuga de España. Está convencido de que la lucha ha terminado. Pero la realidad, en forma de una represión que no cesa, pronto le demuestra lo contrario. Esto exacerba su rebeldía y le impide huir. Se convierte así en un combatiente solitario y vengador que cambiará la realidad de un territorio. Un hombre atrapado en un rincón de la Historia que ajusta cuentas con el mundo en que le ha tocado vivir.
Carlos G. Reigosa construye con agilidad una acción estremecedora y absorbente que retrata la dialéctica embrutecedora entre la perversión de la victoria y el desvalimiento de la derrota. La crueldad resultante desborda la dimensión política para convertirse en ferocidad y desquite. La victoria del perdedor es la memoria escalofriante y turbadora de un tiempo de posguerra dominado por el terror y la violencia.
Uno de los grandes aciertos de La victoria del perdedor es escoger un anarquista como protagonista de la novela, justamente por lo verosímil que resulta, en su ideario, ese ideal de hombre nuevo: radicalmente libre, valiente y justiciero. La novela nos recuerda, al cabo, su fundamental vocación de presentársenos como una ficción, pero también como un ámbito de reflexión moral.
Dolores Vilavedra.
Madrygal